Posteado por: José Carlos Serrano Vargas | abril 2, 2010

ACCIONES INDIVIDUALES PARA LA PREVENCIÓN DEL ROBO

Al robo, el más común de los delitos, regularmente lo asociamos con pobreza. Pero esto no siempre es así; muchos robos son llevados a cabo por gente sin verdaderas carencias económicas.

En este último caso, tenemos entonces que existen diversos tipos de ladrones: aquellos que asumen una actitud individualista ante la vida dejándose cegar por su ambición pese a tener los recursos necesarios para sobrevivir decorosamente; otros quieren alcanzar o mantener un alto nivel de vida sin importar los delitos que tengan que cometer; existen también los que lo hacen por enfermedad o placer y otros por que han hecho del robo su forma de vida.

Los robos cometidos como resultado de la pobreza extrema son los denominados famélicos, mismos que reciben este nombre por que se llevan a cabo para satisfacer las necesidades básicas del individuo. Distinta a esta categoría, pero también como resultado de la pobreza, encontramos a las personas que después de pasar largos periodos de desempleo acumulan necesidades económicas apremiantes y se ven inducidos al robo. Tenemos también aquellas personas enfermas, con un bajo control de impulsos, que experimentan placer o liberación en el momento de consumar el hurto; a éstas se les denomina cleptómanas. La cleptomanía está reconocida ante la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad mental. Suele manifestarse en personas sin carencias económicas, ni características que evidencien su enfermedad y que regularmente roban cosas pequeñas de fácil ocultamiento y traslado.

Los ladrones verdaderamente peligrosos son aquellos que han hecho del robo su forma de vida; es decir, viven del producto de las ganancias de la comercialización de lo robado. Estos ladrones pueden llegar a actuar en forma individual o en grupo y cuentan con los nexos necesarios para la distribución de lo hurtado. Algunos de ellos descienden de familias criminógenas en las cuales se lleva a cabo el robo como práctica cotidiana en las que incluso los padres han contribuido consciente o inconscientemente en la formación del delincuente.

La mayoría de los ladrones se limita a despojar a la víctima de sus bienes materiales; sin embargo, algunos han dejado de experimentar remordimiento al llegar a la violencia innecesaria o el homicidio, pese a que la víctima no haya ofrecido resistencia.

En nuestra vida cotidiana es difícil distinguir a los ladrones, e incluso, sin darnos cuenta, en ocasiones convivimos con ellos. Pueden ser empleados domésticos, vecinos, compañeros de la escuela o el trabajo, amigos, o hasta familiares, etc. es decir, el riesgo de robo existe en cualquier parte y puede afectarnos desde en cosas sin importancia hasta en todo lo que poseemos.

El ladrón puede entrar a nuestra casa, a nuestra oficina, estar en la calle, en centros comerciales o en lugares de esparcimiento. Pero esto no quiere decir que estemos inermes ante el robo. Podemos hacer mucho para disminuir nuestra vulnerabilidad ante él, por ejemplo, no dar facilidades al delincuente; sin que esto se interprete como «oponer resistencia ante el ladrón» – lo cual podría despertar su ira y provocar que nos agrediera -, sino desarrollar en nosotros una actitud preventiva.

Para que se cometa un robo no basta con la sola presencia del ladrón, se requiere de la intervención de diversos factores como: la víctima, la existencia del bien por robar y las circunstancias propicias para que el robo se materialice.

Si bien no podemos actuar directamente contra un delincuente potencial, sí podemos disminuir nuestra vulnerabilidad ante el robo, considerando los otros factores mencionados que intervienen en él; adoptando el esquema de comportamiento siguiente:

ACTITUD COMÚN CONTRA ACTITUD PREVENTIVA

Actitud común: «Caminar solo ( probable víctima) durante la noche por calles oscuras o solitarias (condiciones propicias), con dinero en exceso, portando artículos o joyas notorias (existencia del bien por robar)».

Actitud preventiva: «Caminar acompañado; evitar las calles oscuras o solitarias; portar sólo el dinero indispensable y no ostentar joyas o artículos valiosos en la vía pública».

Actitud común: «Familia (probable víctima) que contrata servicios domésticos sin referencias; que no establece supervisión o control sobre este personal; que no controla las llaves de la casa (condiciones propicias) y que deja valores a la vista (existencia del bien por robar)».

Actitud preventiva: «Familia que contrata servicios domésticos con referencias; que se ha informado del domicilio, familiares y forma de vida del prestador del servicio; que da instrucciones específicas para la apertura de puertas exteriores; que controla las llaves del domicilio y protege sus valores adecuadamente, etc.»

Actitud común: «Empleado (probable víctima) que deja su cartera con dinero (existencia del bien por robar) en el bolsillo del saco y este a su vez fuera de su control; que por momentos se ausenta de su lugar de trabajo (condiciones propicias)».

Actitud preventiva: «Empleado que guarda su cartera en el bolsillo de su camisa».

Estos ejemplos dejan claro que con nuestra participación a nivel individual, disminuiremos notablemente la probabilidad de ser víctimas de robo


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